Buscaba un texto que había perdido en mi computadora. Totalmente frustrada en mi búsqueda, comencé a inspeccionar más profundo en mis archivos. Podría decir que me los sé de memoria, su ubicación sobretodo. Pero seguía sin dar con lo necesitaba. Es como cuando sabés que dejaste el celular arriba de la mesa de luz y ahí no está. Mierda. Mi convicción me hace seguir registrando cada rincón de la memoria de esta cosa y entonces vi una foto. Me quede extrañada. La única foto. Levanté una ceja (sí, lo hice) y abrí el archivo. Me quedé pasmada, observándote. Guardo una foto tuya sonriente y, aunque el tiempo te ha llevado lejos de mí, de nosotros, me gusta observarte allí en este preciso momento, mirando un punto infinito, o quizás mirándome sin que lo sepa, esperando expectante que me acerque a vos y que volvamos al principio, que volvamos a empezar. Hola, es un gusto conocerte. Otra vez. Y que las cosas vuelvan a darse tal y como fueron, poniéndole al punto final, dos puntos suspensivos…