Orgullo.

Y él estaba ahí, en las escaleras, mirandola, contemplandola. Y allí estaba ella, sintiendo que la observaban detenidamente, ignorando quién era y por qué lo hacía. Sus miradas se cruzaron en un lapso de no más de 2 segundos, agacharon la vista y a uno de ellos se le escapó una sonrisa que intentó esconder. Ella caminó, debía pasar por aquel sitio, aquellas escaleras, ese lugar que tantos recuerdos le daba... Y paso a paso el pasillo se le hacía eterno, quería pasar lo más pronto por ahí y hacer de cuenta que no existía él, no quería verlo, no debía porque sabía que caería de nuevo. En cambio él la miraba, observaba detenidamente cada uno de sus pasos, su manera tan particular de caminar, y se le ocurrieron mil formas de detenerla, pero recordó lo sucedido y se echó para atrás. Ella caminaba, él la veía, y nuevamente sus miradas se volvieron a encontrar, tanto que cuando se dieron cuenta los dos estaban frente a frente, en silencio... ese silencio que mata. Ninguno dijo nada. Las miradas hablaron, bastó un segundo y nuevamente ella continuó su camino. Un paso, dos pasos, tres pasos y una lágrima fue callendo. Un paso, dos pasos, tres pasos y la mirada de él la seguía como si caminara detrás de ella queriendo detenerla, pero era inútil. Ambos morían por hablar, por gritar un simple "te amo", por soltar un beso o, al menos, un abrazo. Pero nada. No existía persona más orgullosa que ellos dos y ellos eligieron quién ganaba y quién perdía: como perdedor quedaron ellos, perdieron la jugada, perdieron los recuerdos, perdieron su historia. Y le cedieron el premio al orgullo, lo dejaron ganar. Son así, siempre fueron así. El orgullo les gana, el orgullo les ganó. Pero siempre que se cruzan, no se hablan, ni se tocan, simplemente dejan ese orgullo de lado por un lapso de no más de 2 segundos y después vuelven a ser dos simples "desconocidos".


●. By: YO.